Valeria López, doctora en leyes, demandó diez veces a la madre que la crio entre basuras, desatando una tormenta de críticas. Tras perder los casos, guardó silencio: “No todo es lo que parece”. Cuando el juicio final reveló la verdad, todos presenciaron un increíble giro.

Dolores Ortega, la reencarnación de la Maestra Celestial, regresó tras diez años con su espíritu sellado para vengar a su madre. Su familia, los Ortega, la usó como fachada para congraciarse con los López. Al revelar su vista restaurada y un aura púrpura en un banquete, fue reconocida por Ernesto López como su maestra ancestral. Con la Espada del Cielo en mano, juró hacer pagar a los Ortega su deuda de sangre.

Javier Vargas, el arquitecto del Avión de Séptima Generación, regresó a su ciudad natal para enseñar. En el tren, Cecilia López lo acusó falsamente de fotografiarla para ganar popularidad. En la universidad, ella falsificó pruebas, contrató matones e incitó a alumnos y profesores a acosarlo. Javier, hasta el límite, lanzó un contraataque demoledor haciéndola pagar un alto precio por sus acciones.

La familia Gálvez, en la Ciudad Río, está siendo atacada por los asesinos del Pabellón de Lluvia, que buscan apoderarse de un objeto muy valioso: el Rey del Ginseng de diez mil años, capaz de invocar al Dios de la Guerra. Para protegerlos, el padre de Claudia Gálvez invita a César Serrano, quien en realidad es ese Dios de la Guerra invencible. Cuando los asesinos llegan, César cumple su promesa y los enfrenta, derrotándolos sin esfuerzo.

La serpiente blanca milenaria, Vanesa Aguirre, protegió a la familia López en forma infantil. Don López en su lecho de muerte rogó que la trataran bien, pero en el funeral la humillaron. Al recuperar su verdadera forma, la desgracia cayó sobre la familia López, sumiéndolos en un arrepentimiento inútil.

La agente Rosa Jiménez murió en una misión encubierta. Al despertar, era la hija perdida de los Sanz, maltratada por todos. Como en vida investigaba a Sanz Media, no dudó en hacerles pagar. Su investigación reveló que su propia muerte era sospechosa, y su antiguo amor, Martín Torres, reapareció.

El mariscal Víctor Soto del Reino Golondrina se ausentó de su casa durante cinco años para proteger al país. Mientras él luchaba en nombre de la patria, su prometida, Sofía Lozano, criaba sola a su hija, soportando humillaciones y peligros a manos de quienes debían protegerlas. A su regreso, Víctor descubre la crueldad sufrida por su familia y, al revelar su verdadera identidad, hace justicia castigando a los culpables. Al mismo tiempo, el Reino Vacío codicia el Sello de Jade Imperial del Reino Golondrina, y Víctor trama un plan para desenmascarar la conspiración y proteger el tesoro nacional. Finalmente, la pareja se reúne y el país queda en paz.

En la boda de Pablo Silva y Lucía Aguilar, la joven fue humillada por Verónica Ortega, la mejor amiga del novio, quien alegaba estar "cumpliendo con las tradiciones nupciales". Sorprendentemente, Pablo permitió el desplante. Indignada, Lucía no se contuvo: lanzó botellas, propinó bofetadas y, en medio del escándalo, canceló el matrimonio de inmediato. Poco después, Dolores Aguilar, la madre de Lucía y la mujer más rica del país, irrumpió con un dote millonario y un grupo de guardaespaldas, respaldando con autoridad a su hija y poniendo fin a la humillación.

En su vida pasada, el Emperador crió a un hijo adoptivo para consolar a la Emperatriz por la pérdida de su primogénito. Al renacer, antes del día de nombrar al Príncipe Heredero, actuó con rapidez, destituyó al hijo adoptivo, reconoció a su hijo biológico y reprimió a los grupos de la Emperatriz y la Emperatriz Madre, reclamando de una vez todo lo que le debía a su verdadero heredero.

Carlos Gálvez protegió en silencio a Alba Soto durante siete años, cumpliendo la última voluntad de su prometida fallecida. Cegado por la devoción, allanó cada camino para la carrera de Alba, pero ella atribuyó todas las oportunidades a Cáceres Lozano. Considerando a Carlos un acosador obstinado, Alba lo humilló repetidamente hasta que él, consumido por el dolor, simuló su muerte y desapareció para siempre.

Manuelito Morales, heredero del Grupo Juhao, se perdió de niño y fue adoptado por una campesina. Por proteger a su hermana adoptiva, sufrió una lesión cerebral. Años después, en la boda de ella, esta les negó el reconocimiento con desprecio. Ignoraba que su prometido, el frívolo hermano menor de Manuelito, le daría su merecido.

Antes de morir, el abuelo impuso a Estela Silva dos estrictos tabúes funerarios que debían cumplirse sin excepción. Al regresar a la vieja casa de los Silva para preparar el altar, Estela se enfrenta al rechazo y las burlas de sus parientes. Sin embargo, la codicia provocada por una enorme herencia pronto desata una peligrosa lucha entre ambición y conciencia.