Al renacer el día de su boda, Camila Soto miró el ramo de plástico que Celia Suárez le ofrecía y sonrió. En su vida pasada, esa hija de la empleada doméstica le había arrebatado el ramo de jade, a su prometido, a su hermano y, finalmente, su vida. Pero en esta ocasión, apretando la herencia de su abuelo, declaró con una mirada helada: "Mi ramo es una reliquia nacional."