El Dios Demonio, para atraer a La Diosa Suprema, aniquiló al pueblo de los Yunes. Sin embargo, La Diosa Suprema, movida por el amor, no pudo matarlo. Rosaría, sosteniendo el cuerpo sin vida de su madre, comprendió que para los dioses y demonios, los mortales son como insectos. Pero ella no se resigna: se ofrece como cebo y receptáculo para revivir a la Diosa Suprema, infiltrándose junto al Dios Demonio. Su misión es clara: demostrar que incluso los mortales pueden consumarse el deicidio.